El adiós a Carlos
Páez Vilaró
Luego de ser velado en Agadu y en el Salón de los
Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, Carlos Páez Vilaró fue sepultado en el
Cementerio del Norte.
Un pincel, el sol de la
bandera de su famosa "escultura habitable" Casapueblo y el traje con
el que desfiló en las últimas Llamadas acompañaron el martes los restos del
artista uruguayo Carlos Páez Vilaró, sepultado con honores y a ritmo de
tambores.
Para el presidente José
Mujica, el artista Páez Vilaró “dejó un pedazo de nuestra cultura, un enorme
sentimiento de alegría, una imagen del sol, de color, de ruido, de amor por la
vida” y principalmente, “de arrancar mil veces y empezar de nuevo”.
El primer mandatario
sostuvo que también permitió que nos diéramos cuenta que “la cultura no es
parte de la Academia, sino que está en todos los círculos de la sociedad”. Para
Mujica, el fundador de Casapueblo, “era un hombre de cultura republicana como
pocos. Es una imagen que nos ayuda a entendernos como pueblo”.
El artista uruguayo que
plasmó en su vasta obra su amor por la cultura negra "va a sobrevivir en
nosotros, en los recuerdos, en la nostalgia y en cada vez que un gurí (niño) de
este país se plante a mirar el sol", indicó en un breve mensaje el
presidente José Mujica durante el velatorio, recordando "su ejemplo de
vida, su compromiso y su alegría de vivir".
Páez falleció en la mañana
del lunes de un infarto en Casapueblo, una original casa-museo-taller modelada
con sus propias manos sobre los acantilados en Punta Ballena y que se ha
convertido en imagen emblemática de Punta del Este. En ese lugar se realiza
desde 1994 "la ceremonia del sol", en la que cada tarde se escucha la
voz del artista recitando un poema para despedir el día.
"Fue un artista que
prefirió mirar a los otros antes que a sí mismo", aseguró por su parte el
ministro de Educación y Cultura Ricardo Ehrlich. "Por sus ojos y sus
colores Uruguay recorrió el mundo".
Para el expresidente Julio
María Sanguinetti "la mayor obra de arte fue su vida, 90 años en los
cuales nada le fue ajeno: pintó, dibujó, bailó, hizo candombe, hizo cine,
recorrió el mundo, la peripecia buscando a su hijo por la cordillera, la
construcción de Casapueblo, todo dentro de una enorme capacidad de
comunicación, seducción y vitalidad optimista".
Un hombre "natural y sencillo".
Tras el velatorio en la
noche del lunes en la sede de la gremial de autores uruguayos (Agadu), los
restos del artista fueron trasladados en la mañana del martes hacia el Palacio
Legislativo, sede del parlamento, donde el gobierno le rindió honores en el
imponente Salón de los Pasos Perdidos.
En el camino, y a ritmo de
tambor, el cortejo se detuvo durante varios minutos frente al exconventillo
"Mediomundo", donde Páez comenzó su largo vínculo con la comunidad
afrouruguaya, tema dominante de su prolífica obra.
Poco antes del mediodía el
féretro fue trasladado al panteón de Agadu para el sepelio, donde nuevamente
resonaron las lonjas de la cuerda de tambores de la comparsa Cuareim 1080, con
la que desfiló por última vez el 14 de febrero en las tradicionales Llamadas.
"Pido un aplauso por
un hombre natural, sencillo y sobrio", dijo su hijo Carlos Páez, quien en
1972 viajaba en el avión que transportaba a rugbistas uruguayos a Chile y que
desapareció en la Cordillera de los Ande
s. Su padre colaboró con la búsqueda,
que continuó tenazmente cuando terminó el operativo oficial, reclutando
voluntarios, consultando a videntes e internándose en la montaña.
Finalmente su hijo estuvo
entre los 16 sobrevivientes de la tragedia y Páez plasmó esa búsqueda en su
libro "Entre mi hijo y yo, la Luna" (1982).
Nacido en Montevideo el 1
de noviembre de 1923 en una familia acomodada, durante su larga vida Páez
Vilaró abordó todas las áreas de las artes, desde la pintura, la escultura y la
cerámica hasta el cine, la música y las letras.
Pintó centenares de obras
y realizó múltiples exposiciones, pero sobre todo le escapó al bastidor y dejó
su sello en monumentales murales en Argentina, Australia, Brasil, Camerún,
Chile, Congo, Estados Unidos, Gabón, Panamá y Polinesia, muchos en hospitales,
en el marco de su cruzada "Color para el dolor".
Uno de los más famosos es
"Raíces de la paz", pintado en 1960 y restaurado por él mismo en 1975
en una de las paredes del túnel que conecta los edificios de la OEA en la
capital estadounidense. Además de Casapueblo, Páez Vilaró construyó la capilla
Multicultos en un parque privado de San Isidro, en Buenos Aires, y "Bengala",
su residencia-taller en la región argentina de El Tigre.
El diputado argentino
Sergio Massa, quien asistió al sepelio, recordó su larga relación con el
artista y consideró que "es un momento triste para la comunidad de Tigre
también". En el sepelio en Montevideo
estaba presente igualmente el
intendente de Tigre, localidad de la que Páez había sido declarado
"ciudadano ilustre".
El atelier Bengala
"es patrimonio cultural", indicó Massa, destacando que "el
legado de Carlos es muy grande como para no tener en cuenta que en realidad
tiene vida más allá de su desaparición física".
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