Carlos
Penelas:
“Walter
González Penelas había buceado en la literatura clásica, en la
mirada social del Uruguay”
Entrevista
realizada por Rolando Revagliatti
Carlos
Penelas nació
el 9 de julio de 1946 en la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos
Aires, y reside en Buenos Aires, capital de la República Argentina.
Es Profesor en Letras egresado de la Escuela Normal de Profesores
“Mariano Acosta” y es en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires donde cursó Historia del Arte y
Literatura. Obtuvo primeros premios y menciones especiales en poesía
y en ensayo, así como la Faja de Honor (1986) de la Sociedad
Argentina de Escritores —de la que fue en 1984 director de los
talleres literarios— y otras distinciones. Su quehacer ha sido
difundido en innumerables medios gráficos periódicos nacionales y
extranjeros, tanto en soporte papel como electrónico. Dictó
conferencias en un alto número de instituciones de su país y del
exterior. Fue jurado nacional y provincial y panelista en mesas
redondas. Fue incluido, por ejemplo, en las antologías “Poesía
política y combativa argentina” (Madrid,
España, 1978),“Sangre
española en las letras argentinas” (1983), “La
cultura armenia y los escritores argentinos” (1987), “Voces
do alén-mar” (Galicia,
España, 1995), “A
Roberto Santoro” (1996), “Literatura
argentina. Identidad y globalización” (2005).
Publicó a partir de 1970, entre otros, los poemarios “La
noche inconclusa”, “Los
dones furtivos”, “El
jardín de Acracia”, “El
mirador de Espenuca”, “Antología
ácrata”, “Valses
poéticos”, “Poemas
de
Trieste”, “Homenaje
a Vermeer”,
“Elogio
a la rosa de Berceo”,
“Calle
de la flor alta”
y “Poesía
reunida”.
A partir de 1977, en prosa, fueron apareciendo los volúmenes
“Conversaciones
con Luis Franco”, “Os
galegos anarquistas na Argentina” (Vigo,
Galicia, España, 1996), “Diario
interior de René Favaloro”,
“Ácratas y crotos”, “Emilio
López Arango, identidad y fervor libertario”,
“Crónicas
del desorden”,
“Retratos”,
etc.
1
— Provenís de una familia vinculada a la literatura, la plástica,
el teatro y el cine.
CP — Para
empezar debo decirte, Rolando, que no nací el 9 de julio, que nací
el 5 de julio de 1946. Sucede que mi padre no quiso que hiciera el
servicio militar y por eso me inscribió en fecha patria. Era común
entre los libertarios, como también huir y hacerse crotos. Mis dos
hermanos mayores (por distintas razones que no voy a explicar) no lo
habían hecho. Era injurioso, ofensivo, hacer el servicio militar
para cualquier libertario. Ni curas ni militares, no te olvides. Por
eso me anotó el 9 de julio. La historia es larga: el dictador José
Félix Uriburu, en 1930, modificó la ley. A partir de ese año todos
los nacidos el 25 de mayo o el 9 de julio deberían hacerlo. De eso,
mi padre, no se había enterado. Resultado: fui el único de toda la
familia en hacerlo. Y, por mala conducta —arrestos incluidos— la
baja la obtuve después de catorce meses, uno de los últimos de esa
camada en salir. Lo de "la jura de la bandera", es
confidencial. Mi
familia es de origen gallega. Mi padre, Manuel Penelas Pérez, que
cuidó cabras desde los seis años en Espenuca, una aldea cercana
a
Betanzos de los Caballeros, se formó en Argentina: a los catorce
años conoció a obreros anarquistas y socialistas en la fábrica en
la cual trabajó. Mi madre, María Manuela Abad Perdiz, de Ourense,
apenas sabía leer y escribir. Aprendió con mi padre cuando ya
llevaba criados tres hijos. Poco antes de morir, a los sesenta años,
había terminado de leer “Los
Thibaut”,
la obra cumbre de Roger Martin du Gard. Las lecturas de don Manuel
comenzaron con Bakunin, el príncipe Kropotkin, Zola, Dostoievsky,
Shakespeare, Schopenhauer, Nietzsche y luego el Siglo de Oro Español.
Además, claro está, de la lírica gallega y los grandes escritores
del siglo XIX de Galicia. Allí comenzó todo. Era, como te
imaginarás, libertario. Para ser más preciso: libertario
individualista. Heredamos sus hábitos: la lectura, la conducta, el
amor a la
naturaleza, la mirada de los conflictos sociales, el rechazo a toda dictadura, a toda demagogia, a cualquier forma de autoritarismo y una profunda defensa por la libertad individual. Mi hermano mayor, Roberto, fue un lector de los clásicos griegos y latinos, además de los autores del Renacimiento. Un amante de la ópera alemana. Mi hermana Raquel, la lectura y la pintura. Junto a ella recorrí museos, descubría biografías, admiraba a nuestros pintores y la gran pintura universal. Mi hermana Marta, el teatro norteamericano, el teatro inglés y francés de mediados de siglo, la novelística contemporánea, la historia de nuestra tierra. Mi hermano Fernando introdujo en el hogar el cine, el policial, el marxismo, el jazz y el comic. Además de los autores norteamericanos. Luego vino Carloncho (un servidor), que fue consumiendo todo ese mundo. Es importante aclarar que también mis hermanos y mi padre (mi hermano mayor me llevaba veintidós años, fui el hijo de la madurez) concurríamos a ver al “Rojo de Avellaneda”, a Independiente. Vale recordar que Independiente es o era "el club de los gallegos". La gran mayoría de gallegos, de la inmigración, se refugiaron en Avellaneda. Muchos eran republicanos, anarquistas, socialistas, comunistas y el color les llamó el corazón. También por aquellos años me llevaron a palpitar el box en el Luna Park. Practiqué box, pelota a paleta y jugué al fútbol e hice natación toda mi vida. Me formé con la templanza y la visión de lo social pero también con lo estético en todas las manifestaciones. El teatro independiente, los autores de época, el Teatro Colón, los grandes ciclos del cine Lorraine, las exposiciones de pintura eran un hábito. Lo mismo que las discusiones sobre tendencias literarias, la injusticia o la Guerra Civil Española. Esa infancia y adolescencia me abrió la mente. Y ya en la adolescencia el amor de muchachas hermosas, idealistas, plenas de sensualidad y vuelo. Y las lecturas que a su vez fui descubriendo por mi cuenta, con amigos, con compañeros de escuela, con maestros que la vida me ofreció. La gratitud de ellos siempre me protege.
mediocridad de su país. La corrupción se instaló, desde hace décadas, hasta la médula. Luego escribí, en 2003, “Diario interior de René Favaloro”, en donde creo haber reflejado a un hombre pero también a un país que no supo comprenderlo en toda su dimensión. A la hora y media de su suicidio estaba en su casa. Ese día, a las 20 horas, daba la noticia al mundo en una conferencia de prensa que prefiero no recordar. Un golpe muy duro, tremendo. Recuerdo que una vez me dijo: “Soy tu hermano mayor”.
3
— En tanto sos un insoslayable investigador de la obra del escritor
Luis Franco (1898-1988), acaso también esta condición arme un otro
capítulo.
4
— Los poetas Juan L. Ortiz (1896-1978), en una primera ocasión, y
Ricardo E. Molinari (1898-1996) en una segunda, te sorprenden
preguntándote si eras pariente o conocías al poeta uruguayo Walter
González Penelas (1913-1983). Es en 2001 cuando publicás tu estudio
y antología titulado “El
regreso de Walter González Penelas” (con
el auspicio de la Embajada de la República Oriental del Uruguay).
Walter González Penelas |
CP —
Efectivamente. El trato de Walter
con don Ricardo fue de una vinculación muy grande. Recordemos, de
paso, que Molinari no trataba con cualquiera. Te cuento cómo
empezaron las cosas. Un día, revolviendo en una librería de la
calle Corrientes, descubro un libro que se titula “La
escalera”. Su autor, Walter
González Penelas. Una dedicatoria, las páginas sin abrir. No era un
detalle menor. Había una dirección de Montevideo. Lo compré por el
segundo apellido, si se hubiera llamado López o Fernández lo
hubiera dejado. Cuando comencé a leerlo me impresionó. Una poética
de altura, una sensibilidad exquisita. Entre mis amigos nadie lo
conocía. En un programa de radio que yo tenía se me ocurre hablar
de él y leer algunos poemas. El lunes me llaman a mi casa. La
hermana había escuchado el programa, estaba muy emocionada, quería
conocerme, darme ejemplares, una antología que un amigo le había
publicado en España. A partir de allí continúo mis
investigaciones, ese año viajo dos o tres veces a Montevideo. Una
amiga de mi hijo mayor, estudiaba antropología, me ayudó mucho,
conoció a la viuda, a algunos profesores. Pero la guía real me la
fueron dando escritoras, mujeres que llegaron a adorarlo, mujeres que
lo recordaban en anécdotas, en poemas, en encuentros. Escritoras
uruguayas y argentinas, mi mundo rioplatense. Un descubrimiento de
aquellos. González Penelas era muy buen mozo y un hombre refinado,
culto, de conversación agradable, obsesionado con la creación.
Había buceado en la literatura clásica, en la mirada social del
Uruguay. Era sociólogo. Se mofaba de la gran mayoría de sus
contemporáneos por la mediocridad, lo bajito que volaban, las
reuniones en cuartos espejados, la pobreza intelectual. Eso le costó,
qué duda cabe, el olvido, el menosprecio. Lo ignoraron. Es, reitero,
una poética que vertebra una cosmovisión, una mirada atenta y
sensible. En su lectura, de alguna manera, nos advierte de esa
literatura que se vuelve peligrosamente literaria donde la palabra es
suplantada por manipuladores de vocablos. Su poética está contra la
falacia, contra la novedad, lo banal. Por esa razón, entre otras, es
casi desconocido. Es un gran autor, un hombre profundo que vivió
alejado de círculos, de fetichismos, de los objetos del mundo
exterior. En uno de los homenajes que se hicieron en Montevideo,
Rocío Danussi leyó poemas suyos y la poeta Selva Casal analizó
conmigo su poética.
5
— ¿Qué recuerdos tenés de las numerosas entrevistas que has
realizado para el Museo de la Palabra?
CP — Bueno,
muchos, una época muy hermosa para mi crecimiento. En 1983,
instalada la democracia, me llaman de Radio Nacional para cubrir la
Feria del Libro de Buenos Aires. Todo estaba por hacer. Contábamos
con muy pocos elementos, casi no había una estructura técnica. Un
solo auricular, transmisiones en directo desde una
cabina elemental. En ese momento era uno de los pocos, conduciendo programas de radio, que conocía a los autores extranjeros y argentinos. Estamos hablando de Radio Nacional y de Radio Municipal. Quiero decir, los había leído, siempre leí con voracidad. Ahí obtuve el Premio a la Mejor Cobertura Radial, cerca de treinta y cinco entrevistas durante la Feria. Yo hacía las entrevistas, se las pasaba a Antonio Pérez Prado —un hombre de excepción, galleguista, guionista de cine, un notable investigador médico, además—, quien realizaba la traducción al inglés y la enviaba a la RAE Radio Nacional al Exterior. Ese premio, compartido, lo gastamos en una comida en la cual invitamos a los técnicos de Radio Nacional. Otro mundo, otra vida. En esas entrevistas, durante cinco años, conversé con Gonzalo Torrente Ballester, Martha Lynch, Roberto Fernández Retamar, Juan Rulfo, Alberto Girri, Héctor Ciocchini, Miguel Barnet, Juan José Sebreli, Carlos Alberto Brocato, Antonio Di Benedetto, Gustavo Soler, José Donoso, Carmen Orrego, Luis Rosales, Ana María Matute, Néstor Taboada Terán, Javier Villafañe, Dardo Cúneo, Juan Carlos Merlo, Dalmiro Sáenz, Manuel Mujica Lainez, Carlos Gorostiza, Mempo Giardinelli, Mario Benedetti, Antonio Dal Masetto…, la lista es muy extensa. Lo triste, lo lamentable, es que años después, como la emisora no tenía cintas se grabaron entrevistas o conciertos en ellas. Se perdió un material impensable. La cosa era así: yo realizaba dos o tres preguntas, ellos contestaban y luego se borraba mi pregunta. Quedaba sólo la voz de los entrevistados. En algunos casos leyendo algún fragmento de su obra o un poema. Cada entrevista tenía la duración de cinco minutos.
cabina elemental. En ese momento era uno de los pocos, conduciendo programas de radio, que conocía a los autores extranjeros y argentinos. Estamos hablando de Radio Nacional y de Radio Municipal. Quiero decir, los había leído, siempre leí con voracidad. Ahí obtuve el Premio a la Mejor Cobertura Radial, cerca de treinta y cinco entrevistas durante la Feria. Yo hacía las entrevistas, se las pasaba a Antonio Pérez Prado —un hombre de excepción, galleguista, guionista de cine, un notable investigador médico, además—, quien realizaba la traducción al inglés y la enviaba a la RAE Radio Nacional al Exterior. Ese premio, compartido, lo gastamos en una comida en la cual invitamos a los técnicos de Radio Nacional. Otro mundo, otra vida. En esas entrevistas, durante cinco años, conversé con Gonzalo Torrente Ballester, Martha Lynch, Roberto Fernández Retamar, Juan Rulfo, Alberto Girri, Héctor Ciocchini, Miguel Barnet, Juan José Sebreli, Carlos Alberto Brocato, Antonio Di Benedetto, Gustavo Soler, José Donoso, Carmen Orrego, Luis Rosales, Ana María Matute, Néstor Taboada Terán, Javier Villafañe, Dardo Cúneo, Juan Carlos Merlo, Dalmiro Sáenz, Manuel Mujica Lainez, Carlos Gorostiza, Mempo Giardinelli, Mario Benedetti, Antonio Dal Masetto…, la lista es muy extensa. Lo triste, lo lamentable, es que años después, como la emisora no tenía cintas se grabaron entrevistas o conciertos en ellas. Se perdió un material impensable. La cosa era así: yo realizaba dos o tres preguntas, ellos contestaban y luego se borraba mi pregunta. Quedaba sólo la voz de los entrevistados. En algunos casos leyendo algún fragmento de su obra o un poema. Cada entrevista tenía la duración de cinco minutos.
6
— ¿Qué características han tenido los homenajes a escritores y
artistas plásticos que has realizado en teatros y centros
culturales?
CP — Durante más de quince años fui realizando actos de poesía. Luis Alberto Quesada [1919-2015] fue el que me inició; fui aprendiendo en la práctica el tema de la organización, los contactos, la planificación. Él había luchado en la Guerra Civil Española, peleó contra los alemanes en Francia, estuvo en un campo de concentración, del cual pudo escapar. Al regresar para unirse a la lucha clandestina, estuvo preso en España durante diecisiete años. Condenado a muerte, logró salir en libertad durante el gobierno de Arturo Frondizi. Bueno, aquí formé parte —por supuesto, siendo mucho más joven que él— del Instituto Argentino Hispano de Cultura Antonio Machado, del que él era el presidente. Casi todos los actos se realizaban en la Oficina Cultural de España. Allí organizábamos las conferencias, pero también presentaciones de libros y recitales. En el teatro de la Federación de Sociedades Gallegas o en el Teatro Margarita Xirgu efectuábamos los actos mayores. Los homenajes eran a los relevantes poetas españoles: Federico García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, Luis Cernuda, León Felipe... Las voces: María Rosa Gallo, Alejandra Boero, Alfredo Alcón, Fernando Labat, Alicia Berdaxagar, Juana Hidalgo, Onofre Lovero, Ernesto Bianco, Dora Prince, Livia Fernán… Eso significaba selección de poemas, ensayos, guitarristas, en fin, actos donde la entrada era gratuita y se llenaban las plateas. La colectividad, el sector republicano, y muchos amigos nos acompañaron. Más tarde organicé actos con Rocío Danussi, mi compañera, que lee muy bien. Ella le puso voz a los poemas de Alejandra Pizarnik
y a los de Rosalía de Castro: están en el Museo de la Palabra y por Internet. Junto a ella y Osvaldo Cané hicimos “El amor en la poesía”, “Homenaje a León Felipe”, “Poetas rebeldes”, “Cuatro poetas y la libertad” , “Poetas surrealistas”... Muchos de esos actos fueron dedicados a Fernando Pessoa, Enrique Banchs, Rosalía de Castro, Eugenio Montale, Giuseppe Ungaretti, Blas de Otero, Gloria Fuertes, Fernando Arrabal, Raúl González Tuñón, Luís de Camoens, poetas gallegos medievales, Enrique Molina, Conrado Nalé Roxlo, Francisco Madariaga, Bertolt Brecht, Pier Paolo Pasolini, Manuel J. Castilla, Jorge Luis Borges, Juan Gelman, Oliverio Girondo… Y a artistas plásticos: Rubén Rey, Miguel Viladrich, Antonio de Ferrari… Algunos comencé a hacerlos durante la dictadura, en librerías, en trastiendas. Luego, en la inolvidable Sala Taller, en el Centro Betanzos de Buenos Aires, en La Gran Aldea, en la Sociedad Argentina de Escritores, en salones culturales de la capital e interior. Nunca hubo menos de sesenta personas en cualquiera de ellos. El homenaje a León Felipe lo efectuamos en la Federación Libertaria Argentina, con más de doscientos espectadores, con un escenario en donde la silla de paja vacía era el lugar del poeta, la voz de Felipe, la música de Falla. Se entraba de a poco y se salía de dos en dos. El año: 1979. En primera fila estaban sentados Diego Abad de Santillán y Luis Franco. Entre el público, René Favaloro y el director cinematográfico José Martínez Suárez. Una emoción que aún perdura en mí. Pero el trascendente, el más importante es el que organizamos en el cincuentenario del asesinato a Federico. Nos llevó seis meses armarlo. Quesada era el Presidente de la Comisión. El afiche, que vendíamos para procurar fondos, era de Ricardo Carpani. Realizamos cerca de treinta y cinco actos en un mes. Conferencias, mesas redondas, recitales, muestras de grabadores y plásticos. Siempre lo pensábamos con música, a veces con baile. Guitarristas, flamenco. Mientras duró fue una maravilla, una alegría permanente, un placer inimaginable. Durante ese mes lorqueano, artistas, poetas y pintores repartíamos claveles en las mesas de los bares en homenaje a Federico. Más tarde, el olvido.
7
— ¿Qué pormenorizado relevamiento nos trasmitirías de tu
actividad radial en distintos programas y emisoras?
CP — Trabajé mucho en Radio Nacional y en Radio Municipal, en diferentes programas culturales. Era una época donde todavía existían voces, magia, utopías. Hice, además, comentarios de libros para Biblioteca de Radio Nacional; nos reuníamos con amigos de la radio hasta la madrugada. Agustín Tavitián era un poeta que congregaba afectos, sueños y el gusto por el jazz. Muchas de las iniciativas en la radio fueron suyas. Fue un ciclo en donde intentaba llevar, divulgar autores pocos conocidos o autores nóveles. Estuve en ambas emisoras desde 1984 hasta 1989. A veces me llamaban como columnista en otras audiciones de las mismas emisoras o de Radio Belgrano, Radio Palermo, etc. En mis programas daba cabida sobre todo a autores argentinos, del interior o de principios de siglo. A veces abordaba la literatura griega o latina. Planificaba cada programa y a veces lograba tener un encuentro breve antes de cada audición para ir formando el clima. Fue un tiempo muy interesante, el país se abría a la democracia y se necesitaba fomentar aquello que estuvo censurado. Hablamos de libertad, de comunicación, involucrando al creador con su mundo. En Nacional llevé un programa que me gustó mucho: “Nuestros ilustres desconocidos”. Allí iban desde una profesora de ballet del Teatro Colón hasta el mozo de un bar que había sido extra en Hollywood. En Municipal, “Los intelectuales hablan en primera persona”. Esas fueron dos creaciones mías que tuvieron cierta repercusión en el mundillo cultural. Salían al aire una vez por semana, se dialogaba con amplitud. Sólo preguntaba, el entrevistado era siempre el personaje importante. Además, como te conté antes, invitados relacionados con la Feria del Libro, que por alguna razón no había podido entrevistarlos en el stand de la Feria. También, años después, conduje un programa de medicina por Nacional —“Curar en salud”—, pero éste era de la Fundación Favaloro y trataba sobre la prevención en salud.
8
— Leo en tu sitio de autor que has realizado viajes culturales a
numerosos países europeos.
CP — Sí, tuve la fortuna de viajar mucho. Siempre sentí una gran admiración por los eubeos, como Adriano. La literatura, como sabrás, no me dio dinero pero me otorgó prestigio y viajes. Casi todo el país lo recorrí dando conferencias, presentando libros, participando de ferias literarias del interior. Provincias de Chaco, Catamarca, La Rioja, La Pampa, Entre Ríos, Santa Fe, ciudades bonaerenses como San Pedro, Azul, San José, Pergamino, Chivilcoy, Mar del Plata, Tres Arroyos, Bahía Blanca, San Nicolás, San Antonio de Areco, son algunos de los sitios donde me invitaron en diferentes oportunidades. Casi siempre lo hice con Rocío preparando alguna lectura poética. Lo mismo ocurrió con invitaciones a Universidades o centros culturales en Chile y Uruguay. Estuve en La Habana, en Santiago de Cuba, en Paraguay. Con Europa no fue diferente. Fui invitado sobre todo a Galicia, Málaga y Madrid. He realizado quince o dieciséis viajes a Europa. Y nunca menos de un mes. Una vez allá —por mi cuenta— comencé a moverme, por amistades o por recomendaciones de escritores. Eso ocurrió en Oviedo, Málaga, Trieste. Después, como las distancias no son tan abismales como acá, y los contactos empezaron a surgir, llegaba a París o Londres o Edimburgo, a Roma o Sicilia, Viena o Colonia, Lubliana o Pola. A Marruecos, por ejemplo, desde Málaga. También quise conocer el Museo Hermitage, en San Petersburgo. De allí, Copenhague, Helsinki, Oslo, Tallín, Estonia, Berlín… Insisto: las invitaciones fueron muchas y también comenzaron a publicarme. Siento que en ciertos lugares de España o de Italia soy más conocido que aquí. Las invitaciones, además, las hacen incluyendo viaje y hotel. Como debe ser, por otra parte.
9
— Es a quien forma parte del Centro Betanzos de Buenos Aires en su
quehacer cultural a quien le comento: Manuel Dans, el abuelo paterno
de mi esposa, Mirta, nació en la ciudad de Betanzos de los
Caballeros; el hermano mayor de Ramiro, el padre de Mirta, Oscar
Dans, y un primo de ambos, Osvaldo Dans, fueron presidentes del
Centro, institución en cuyo restaurante he cenado varias veces.
CP
— Bueno,
a Osvaldo lo conocí mucho, como a los Pita, a Andrés Beade y tantos
otros. Osvaldo, cuando me veía llegar, se tocaba el pecho y decía:
"meu
Penelas, meu, meu".
Hizo un trabajo muy importante en el Centro Betanzos, un hombre
recordado. Era simpático, alegre y de suma generosidad. Además, un
hombre valiente. Recordemos que Alfredo Bravo estuvo refugiado en el
Centro durante la dictadura. Insisto, mi relación siempre fue muy
buena y virtuosa en el amplio sentido de la palabra. Desde luego, mi
relación con ellos es parte de mi vida, de mi orientación. Xeito
Novo,
su actual presidente Beatriz Lagoa y tantos seres entrañables,
queridos, honestos, que fueron aportando ideas, compromiso y
trayectoria. Cuando se cumplieron los cien años de su fundación —es
el centro comarcal más antiguo del planeta— se hicieron festejos,
vino el alcalde y funcionarios de Galicia, un coro de jóvenes, se
publicó una edición en donde se reflejaba ese siglo de exiliados,
de ex combatientes, de seres amantes de la libertad y la esperanza.
Siempre fue un lugar de ideas, de cultura, un centro abierto, sin
prejuicios. Me emociona ver la bandera republicana y el mural que
realizó Juan Manuel Sánchez en su salón de actos. Es importante
señalar que tiene un sello editorial que sigue creciendo. La sala de
actos lleva el nombre del recordado Geno Díaz. Una historia de
pasión, de compromiso, de amistad. Y de banquetes. Ahora están
trabajando en la finalización de otra sede. Un maravilla, de
verdad. Galegos
somos nos.
10
— “Este poeta viene de
Boscán” (Juan Boscán,
español, 1487-1542) dejó asentado de tu hálito poético Ricardo E.
Molinari. ¿Coincidís? ¿Por qué? ¿Y de qué otros poetas “venís”,
Carlos?...
CP
— Había recibido cartas y frases
auspiciosas de poetas y escritores a quienes admiraba desde
adolescente. Pero bueno, en palabras de don Ricardo fue en su momento
un estímulo enorme, impensable. Era muy parco con los elogios y en
general huraño en el trato. Me llenó de alegría y respiré. Él
ponderaba mucho mi poemario "Cantigas",
lo tenía en su mesita de luz. Poseía una formación muy sólida;
desde la poesía primitiva galaico-portuguesa, la poesía del
romancero español hasta la lírica inglesa e italiana.
Al nombrar a
Boscán evocaba el clasicismo, el humanismo, la influencia italiana
en la poética española, pero también el hilo que va uniendo una
trayectoria trascendente en la poética universal. Su ojo era muy
sensible y descubrió esa fuente en mi poesía. Sí, coincido pues me
unía a él —entre otras cosas— esa mirada de lo poético, esa
búsqueda de lo clásico, esa pincelada evanescente. Estudié y leí,
leí y estudié con pasión a los poetas medievales españoles,
renacentistas y, por supuesto, la generación del 98 y la del 27.
Ellos fueron fuente de estilos, de análisis, de estructuras
formales. Y la poesía italiana de principios del siglo XX: Salvatore
Quasimodo, Giuseppe Ungaretti, Pier Paolo Pasolini, Eugenio Montale,
Cesare Pavese, Mario Luzi, Umberto Saba... Uno viene de esos poetas,
sin duda. Pero sería injusto si dejara de nombrar a Giuseppe
Bellini, Thorpe Running, Francisco Madariaga, José Filgueira
Valverde, Enrique Molina, Eduardo Blanco Amor, Ernesto Sábato, María
Elena Walsh, Frank Dauster, Raúl González Tuñón, Lily Litvak,
Jorge Luis Borges, Xesús Alonso Montero, Manuel J. Castilla y tantos
otros que con sus lecturas o con sus consejos nos fueron formando el
espíritu, la fineza interior, esa respiración sutil del poema.
11
— En homenaje al compositor y pianista español Enrique Granados
(1867-1016) concebiste tu libro “Valses
poéticos”. ¿Nos hablarías
de él y de la edición príncipe —editio
prínceps— de 1999?
CP
— No quiero ser reiterativo. En
casa se hablaba de literatura, de política, de música, de pintura y
de cine. Además de fútbol y de box. Se nombraba a Manuel de Falla,
Joaquín Rodrigo y por supuesto a Granados: era un músico que se le
nombraba, se lo escuchaba. En 1998 descubro, a través de Graciela
Ríos Saiz (fundadora del Centro Coreográfico de Danza Española de
Buenos Aires) los "Valses poéticos". Y me fascinan. Los
escucho, los escucho de día y de noche, me obsesiono. Y comienzo a
escribir poemas durante cuatro meses, siete en total, cada uno según
aquello que me iba sugiriendo cada composición. Así surge
"Melódico", "Allegro elegante", "Vals
lento"... Al tiempo, le propongo a Rafael Gil que ilustrara uno
de los poemas. Luego de unos meses —había llegado a pensar que no
le interesaba la idea— me viene a ver entusiasmado y me propone
hacer una edición príncipe. Para abreviar: se editaron diez
ejemplares, manuscritos por el autor con siete grabados originales de
Rafael, estampados sobre papel Pescia de 300 gramos, todos numerados
y firmados. Cada folio es de 38 x 34 cm. y el tamaño de la caja de
madera (cuna) de 46 x 34 cm. En cada caja se pegó un grabado,
cosa que nunca más se pueda realizar otra edición. Cada caja
llevaba dos bisagras de bronce, el libro envuelto en una tela. El
trabajo manual de cada libro fue de Gil, yo
escribí uno por uno cada libro: los diez ejemplares. Una edición pre- Gutenberg. Rafael se quedó con un libro y yo con otro; ambos firmados como prueba de artista. El resto, los ocho restantes, se vendieron a coleccionistas privados o a instituciones. La Biblioteca Nacional de España y el Museo del Grabado de Betanzos los poseen. El Fondo Nacional de las Artes compró en su momento tres ejemplares que desconozco dónde están. Los otros pertenecen a coleccionistas privados. Se hizo una presentación en la Oficina Cultural de la Embajada de España, donde estaba presente el Agregado Cultural de la Embajada, funcionarios, profesores. En una vitrina estuvo en exposición un ejemplar durante un mes. Luego unos amigos realizaron una edición paralela al original, impresa, de quinientos ejemplares. La "vulgata", como se dice. Se agotó en poco tiempo, un año fenomenal, significó —además— dos viajes a España. Aquí pasó casi inadvertido.
escribí uno por uno cada libro: los diez ejemplares. Una edición pre- Gutenberg. Rafael se quedó con un libro y yo con otro; ambos firmados como prueba de artista. El resto, los ocho restantes, se vendieron a coleccionistas privados o a instituciones. La Biblioteca Nacional de España y el Museo del Grabado de Betanzos los poseen. El Fondo Nacional de las Artes compró en su momento tres ejemplares que desconozco dónde están. Los otros pertenecen a coleccionistas privados. Se hizo una presentación en la Oficina Cultural de la Embajada de España, donde estaba presente el Agregado Cultural de la Embajada, funcionarios, profesores. En una vitrina estuvo en exposición un ejemplar durante un mes. Luego unos amigos realizaron una edición paralela al original, impresa, de quinientos ejemplares. La "vulgata", como se dice. Se agotó en poco tiempo, un año fenomenal, significó —además— dos viajes a España. Aquí pasó casi inadvertido.
12
— El compilador de la antología “Poemas
á nai” te incluyó, y como
único autor no nacido en Galicia, con el nombre Carlos Tome Penelas
Abad.
CP
— Xesús
López Fernández es un sacerdote gallego, de Ourense. Un gran lector
de poesía y un estudioso de las letras galegas.
Descubrió algunos de mis libros (se lo alcanzaron poetas amigos) y
cuando formalizó la edición decidió incluirme. Como su nombre lo
indica son poemas dedicados a la madre, y los autores son gallegos,
una antología de poetas gallegos significativos que le cantaron a la
madre a lo largo del tiempo. Me llamo Carlos Tomás, el segundo
nombre en homenaje a mi abuelo materno. La edición era en gallego y
mi nombre completo fue en galego:
Carlos Tomé Penelas Abad. Mi padre, Manuel Penelas. Mi madre, María
Manuela Abad. En Galicia, en muchas oportunidades me presentan como
Penelas Abad, ellos usan los dos apellidos.
13
— No debe ser fácil hallar a otro argentino más imbuido que vos
de la doctrina ácrata. “Anarquía
y creación” es el título
de un libro de 1997 del que sos autor.
CP — Sí,
estudié el tema en profundidad, me eduqué con una mirada
libertaria, con una conducta que rechaza el totalitarismo, el
dogmatismo, el populismo, en fin..., lo que ya sabés. Pero
fundamentalmente conocí a muchos anarquistas, a viejos anarquistas
que lucharon en la Guerra Civil Española, en Latinoamérica o en la
Revolución Rusa. Compañeros de "La Protesta", de "La
Antorcha", de "Brazo y cerebro". Anarquistas
individualistas, naturalistas, anarco-sindicalistas,
anarco-comunistas, tolstoianos... Seres únicos, irremplazables. Por
su trayectoria, su moral, su combatividad, su coraje. Eran vitalistas
y por lo tanto uno aprendía hablando, escuchando anécdotas, hechos.
El anarquismo no es una ideología, es un Ideal. Es complejo, es una
posición que me agrada comentar. "Anarquía
y creación" es en verdad una
suerte de arte poética, una búsqueda de la mirada libre y amplia
del acto creador, una transparencia desde la verdad y lo ético, el
universo sin dogmas, sin límites, sin prejuicios. Me llevó mucho
tiempo escribirlo, es un libro breve pero con intensidad. A veces fue
utilizado, no sé si correctamente, en talleres
y seminarios. Quise, además, extenderme en la formación del creador y del lector, una cultura que nos lleve a comprender la grande bellezza, la eternidad del objeto, la utopía de sabernos soñadores. Siempre afirmé que me sentía existencialista, camusiano. Eso y lo libertario hicieron el resto. La libertad tiene su precio. Nos sostiene la identidad, el asombro, los hijos, el mar, un mirada entrañable, la memoria de nuestros ancestros, la amistad. Y fumar una pipa tomando un café en un pueblo de Galicia. En soledad.
y seminarios. Quise, además, extenderme en la formación del creador y del lector, una cultura que nos lleve a comprender la grande bellezza, la eternidad del objeto, la utopía de sabernos soñadores. Siempre afirmé que me sentía existencialista, camusiano. Eso y lo libertario hicieron el resto. La libertad tiene su precio. Nos sostiene la identidad, el asombro, los hijos, el mar, un mirada entrañable, la memoria de nuestros ancestros, la amistad. Y fumar una pipa tomando un café en un pueblo de Galicia. En soledad.
14
— ¿Qué prevés editar durante 2016?
Carlos Penelas con Lisandro Penelas |
15
— ¿“El progreso de la tecnología y de
las ciencias avanzan a la par que el embrutecimiento humano”?
(Así lo afirmó Augusto Roa Bastos en su libro “Contravida”
(1994).)
Carlos Penelas con Rocío Danussi |
16
— ¿Coleccionabas figuritas, estampillas, banderines…? ¿Sos
actualmente coleccionista de algo?
Carlos Penelas en Croacia |
17
— ¿Qué habilidades, de las cuales carezcas, envidiás o
envidiaste, te mortifican o te han mortificado?
CP
— Tengo
muchos defectos, pero no soy envidioso ni me golpeo el pecho. Lamento
no saber montar a caballo y no saber bailar tango. En realidad no sé
bailar, me molesta no bailar tango. Soy en general torpe para las
cosas manuales y los arreglos de la casa. No me desespera. Insisto
con lo del caballo y lo del tango.
18
— ¿Te provocan algún tipo de interés “adicional” las novelas
que se desarrollan en un marco histórico (por ejemplo: “Trafalgar”
(1873) de Benito Pérez Galdós (1843-1920); “Quo vadis?” (1896)
de Henryk Sienkiewicz (1846-1916); “Sin novedad en el frente”
(1929) de Erich Maria Remarque (1898-1970); “Yo, Claudio” (1934)
de Robert Graves (1895-1985); “Las uvas de la ira” (1939) de John
Steinbeck (1902-1968))?
CP
— Me
parecen obras donde lo histórico nos enseña a ver el presente,
donde podemos descubrir aquello que no se quiso ver, donde las
pasiones o la irracionalidad dominan la posibilidad de elección. No
hay asuntos sublimes y asuntos triviales, es siempre el enfoque, el
estilo, aquello que nos precipita a cierta inmortalidad de la obra, a
ciertos crepúsculos o rostros. En los libros que mencionás la
literatura no se vuelve literaria, hay un impulso vital en ellas que
nos salva de la estupidez, de la mediocridad. ¿Cómo no nos va a
enseñar Steinbeck o Graves? ¿Cómo no advertir en el mundo de Pérez
Galdós o en Remarque lo podrido y decadente? Las obsesiones tienen
raíces profundas en el lector y en el autor. Son libros, todos
ellos, recomendables. Por su lenguaje, por su drama, por todo lo
adicional que llevan en sí. Cuando yo era un dudoso principiante,
Sienkiewicz me iluminó. El arte no puede prescindir del "yo".
19
— ¿Champagne o sidra? ¿Licor de huevo o anís? ¿Whisky o vodka?
CP
— Champagne
y sidra, según el momento o la ocasión. Licor de huevo, seguro. Ni
whisky ni vodka: vino tinto o blanco de Albariños.
20
— ¿Cómo te gustaría que te recordaran?...
CP
— Como una buena persona, como un ser sin
dobleces. Como alguien que, además, amó la poesía e intentó que
otros la amen.
CP
— Aquí
habla el corazón. Mis hijos lo son todo. Emiliano, el mayor, hace
cine,
es director de fotografía, documentalista, profesor, fue jurado en
Viña del Mar y en distintos festivales latinoamericanos, un muchacho
de un talento enorme. Lisandro, el menor, es actor, director de
teatro, clown, profesor de teatro. Es otro muchacho brillante, lleno
de imaginación. Ambos son muy buenos lectores, lectores no sólo de
cine o de teatro, se formaron con docentes de trayectoria, de
formación ética y humanista. Cuando pienso en ellos recuerdo
aquella frase de Pierre Boulez: "La
creación sucede cuando lo imprevisto se torna necesario".
Ya en el secundario se destacaban. Emiliano maneja muy bien el inglés
y Lisandro el francés. Tienen una mirada amplia, sin dogmas. Pero
sobre todas las cosas son generosos, desprendidos, solidarios, sin
vanidades, sin soberbia. Siento felicidad al saberme superado por
ellos. Y soy inmensamente feliz al ver sus familias, sus chicas
—inteligentes y sensibles—, sus hijos. Tienen lo mejor de la
madre.
*
Carlos
Penelas selecciona poemas de su autoría para acompañar esta
entrevista:
EPÍSTOLA
A LOS PISONES
Estos
pobres enemigos, Horacio,
cargados
de celos y rencores
vigilan
desde las quemaduras de la pereza
los
hospedajes de los reinos mezquinos.
Con
las piernas heladas, suplicantes,
repitiendo
injurias en encuentros inútiles
imploran
la fama sobre el légamo
de
páginas baldías,
irremediablemente
convocadas al perdón.
Solitario
atravieso la luz y la ceniza.
Corrompidos
por leyendas y dioses
destrozan
la belleza
como
un cuchillo troyano la maldad.
(“Finisterre”,
1985)
*
ACRACIA
Ante
ídolos terribles y dioses eternos,
escuchando
campanas
en
las alas de un fuego invisible,
sus
sandalias marcaron una huella inexplorada
en
los altos jardines
donde
los ojos infernales no llegaron.
La
vida los protegió de las ambiguas manos,
de
la dudosa farsa del sollozo.
Soñaron
la desmesurada memoria
que
los niños escuchan
en
la intimidad de sus alcobas.
Nobles
como la rústica mesa de un campesino
hacen
inscripciones en la arena.
La
belleza y la dicha
como
una pasión entregada al olvido
protegen
el silencio del hombre solitario.
(“Finisterre”, 1985)
*
LA VIDA EN TUS OJOS
La
vida se recoge en tus ojos,
se
desliza en bellas palabras,
en
ardientes designios que restituyen
la
íntima magia del fuego.
Amada,
como un príncipe solitario
busco
mi destino en la voz desvalida,
en
la oración de la videncia
que
purga los rigores del tedio
o
los rostros hipócritas de la ciudad.
Delicada
y bella me acompañas
sobre
el terror del orden y la gloria.
Sé
que tus senos necesitan el ritual
de
mi tacto, el efímero asombro.
Esto
soy, en la desnuda calma de tu lecho.
(“Al
amoroso fuego”, 1987)
*
PLAZA
RODRÍGUEZ PEÑA
En
este banco se sentaba mi madre.
Desde
aquella hamaca
la
candidez crecía junto a Poncho Negro.
Entre
esos árboles aún viven dioses y héroes.
El
gozo y el amor descubrieron
los
románticos ojos de una muchacha,
la
rosa roja del poema, el otoño del padre.
Aquí
Lugones y Franco y el silencio.
Aquí
descansa Gala.
En
esta plaza mis hijos recorrieron
la
evidencia de otros umbrales.
Los
fantasmas la habitan junto a los jacarandaes.
Su
magnitud devora las islas del olvido.
(“Calle
de la flor alta”, 2011)
*
ALGUIEN
SUEÑA JUNTO AL MAR
Separado
y melancólico miro la rompiente,
el
vagar ansioso de un cielo imposible
en
las cortantes naves
que
bordean espumas y cabelleras.
Vida
y tiempo lentamente adorables.
Aquí
está el milagro. Lo sabía.
En
el insomnio, en la inmovilidad de la noche,
en
la rosa blanca y apresurada,
en
un fado de Amalia Rodrígues,
en
la sacralidad de Arvo Part, en la lujuria.
Así
me amas, entre la desazón y la quietud
de
una buhardilla, con el desánimo y la pasión,
desde
el otoño y el lecho amanecido.
Me
amas hasta el fondo, hasta el atardecer,
hasta
el abismo. Soy lo definitivo,
aquello
que tiembla y se desvanece
en
esta fina mañana. Solitaria, relumbrante.
*
PADRE
Padre,
levanta la cabeza y mira los cipreses.
Camina
con tus honrados huesos campesinos
hacia
la luz de la nostalgia.
Otra
vez te esperan el combate y la derrota.
Todas
las noches vienes con tu voz
a
visitar los cuartos de esta casa,
a
decirme palabras que no entiendo.
Padre,
salúdame con tu sombrero en alto.
Esta
noche tu hijo ha soñado que has muerto.
(“Cánticos
paternales”, 2015)
Entrevista
realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, Carlos Penelas y Rolando Revagliatti, enero 2016.
*
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